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Channel: Comentarios en: Filosofía de perdón (segunda parte y final)
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Por: Jeremías Perez

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Milena Melig, sus comentarios no me ofenden en absoluto, en primer lugar porque no me parece que en una conversación pública tomar algo como personal aporte mucho, y en segundo, porque cualquiera podría equivocarse al tratar de interpretar un texto complejo.

En efecto, usted misma comete un error al citar e interpretar el texto: si lo lee atentamente, verá que Daniel Ramirez no afirma que el perdón es “UNA posibilidad frágil y escasa de restituir un orden esencial”, sino que se trata de “LA posibilidad frágil y escasa” de hacerlo (párrafo 17). Si Daniel hubiera presentado el perdón como UN camino, no EL camino de la cura de la “memoria enferma”, probablemente ni siquiera habría publicado un comentario aquí. Por cierto, el propio autor contrapone lo que las sociedades necesitarían para la paz civil, etc., a “lo que necesita una consciencia adolorida y encerrada en el sufrimiento” (a lo largo del texto, se presenta el perdón como ese algo necesario).

De este modo, lo que critiqué duramente, con todo el derecho de lector de una columna abierta y pública que trata sobre un tema complicado, es que se diga que el perdón es una libertad y, al mismo tiempo, se lo presente como EL camino para una cura (eso es específicamente lo que denominé estrategia discursiva deshonesta). Para quien “vive en el rencor”, tener solo dos opciones –seguir enfermo o perdonar– no es, digamos, una situación muy libre. A mí sí me parece que el perdón es un acto libre –tan libre, que ni siquiera es necesario para la cura–.

Además, es evidente que si mi crítica está orientada a la presentación del perdón como algo necesario para la cura, comprendí perfectamente que Daniel se refiere a las víctimas que viven en el rencor, no a todas las víctimas (aunque también me parezca razonable considerar que la mayor parte de las víctimas de crímenes monstruosos difícilmente no pasen en algún momento por un sentimiento de profundo rencor). Efectivamente me parece potencialmente ofensivo, para una víctima que tenga dificultades para superar el rencor, presentar todo el tema como si se tratara de optar entre perdonar o seguir sufriendo. No sé si eso es, en realidad, lo que piensa el autor. Puede que mi interpretación haya sido demasiado dura. Sin embargo, sí está perfectamente basada en el texto.

La segunda crítica que hice es más personal. A mí, como ciudadano, me parece que Chile tiene un problema muy serio asociado a la banalidad del mal del pinochetismo. En este contexto, aunque sea posible hacer críticas específicas a determinadas consignas de aquellos que luchan por justicia o memoria –especialmente si alguien trata de negar el derecho a perdonar–, su postura es absolutamente ejemplar, porque están actuando firmemente para liberar el futuro social del pasado de pinochetismo. Justicia e historia no siguen cursos implacables. ¡Hace falta construirlas! Por eso me preocupa que se dé demasiado énfasis a la vida privada en momentos en que hace falta posicionarse públicamente sobre temas tan fundamentales.

Por otra parte, la lucha política también abre posibilidades de cura. Por supuesto, la acción pública no redunda automáticamente en cura, porque la cura es un proceso personal con cierta autonomía. Pero actuar públicamente en defensa de derechos y memoria también es una forma de libertad, por oposición a la condición de víctima. Por eso, se trata de una oportunidad para re-significar el pasado y abrir puertas para el futuro también en el ámbito personal, sin necesidad de perdón.

Espero haber dejado más claras mis opiniones y el porqué de las duras críticas que hice.


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